Reseña | "Maria" de Pablo Larraín
SINOPSIS
La tumultuosa, bella y trágica historia de la vida de la cantante de ópera más importante del mundo, revivida y reimaginada durante sus últimos días en el París de los años setenta.
RESEÑA
Pablo Larraín, con su característica mezcla de audacia y sensibilidad, nos entrega “Maria”, un retrato íntimo y melancólico de Maria Callas en sus últimos años. Interpretada por una Angelina Jolie en plena forma, la película es un estudio sobre el declive de una leyenda, una mujer cuya voz (su instrumento más preciado) se desvanece, pero cuya aura de diva permanece intacta. Aunque la película no es la más lograda, su enfoque teatral y su tono mordaz la convierten en una experiencia cinematográfica fascinante, aunque no exenta de contradicciones.
Ambientada en París en 1977, “Maria” nos muestra a una
Callas retirada de los escenarios, lidiando con la soledad, la enfermedad y la
pérdida de su voz. Jolie encarna a la soprano con una elegancia imperiosa,
capturando tanto su altivez como su vulnerabilidad. Sus ojos, amplificados por
unos lentes de marco grueso, reflejan una mezcla de desdén y desesperación,
mientras sus labios, siempre en un gesto de descontento, parecen a punto de
soltar una respuesta cortante. Jolie no sólo imita a Callas, sino que la
revive, fusionando su propia voz con las grabaciones originales de la diva para
crear una interpretación que es tanto un homenaje como una reinvención.
La película alterna entre el presente decadente de Callas y
sus alucinaciones inducidas por el Mandrax, un sedante que la lleva a conversar
con un entrevistador imaginario (Kodi Smit-McPhee). A través de estos diálogos
oníricos, conocemos sus recuerdos de amor tóxico con Aristotle Onassis (Haluk
Bilginer) y sus gloriosas actuaciones en La Scala. Larraín y el guionista
Steven Knight tejen una narrativa que es tanto un drama psicológico como una
reflexión sobre la fama y la mortalidad. Sin embargo, la película no cae en la
reverencia excesiva; en cambio, opta por un tono más irónico y autoconsciente,
lo que le da una frescura inesperada.
Uno de los mayores aciertos de “Maria” es su capacidad para
equilibrar la tragedia con el humor. Jolie, con su interpretación llena de
matices, logra transmitir tanto la desolación como la comedia inherente a la
situación de Callas. Sus interacciones con Bruna (Alba Rohrwacher) y Ferruccio
(Pierfrancesco Favino), sus leales sirvientes, están cargadas de tensión y
afecto, mientras que sus escenas con su hermana Yakinthi (Valeria Golino)
añaden un toque de realismo ácido. La confrontación en un café parisino, donde
Yakinthi acusa a Maria de autodestruirse, es uno de los momentos más
impactantes de la película.
Visualmente, “Maria” es un festín. Edward Lachman, el
director de fotografía, captura la opulencia decadente del París de los 70 con
una paleta de colores ricos y texturas evocadoras. Las escenas de fantasía,
como un coro que aparece en medio de una plaza o una orquesta tocando bajo la
lluvia, son momentos de pura magia cinematográfica. Sin embargo, la película no
se limita a lo estético; también explora con crudeza el declive físico y
emocional de Callas. Las escenas en las que intenta recuperar su voz con la
ayuda de un pianista son particularmente desgarradoras, mostrando cómo la
grandeza artística puede coexistir con la fragilidad humana.
“Maria” es, en última instancia, una meditación sobre la
fama, el arte y la mortalidad. A diferencia de Norma Desmond en “Sunset
Boulevard”, Callas no es una figura olvidada; su estrellato sigue intacto, pero
su voz, su esencia, se ha desvanecido. Larraín nos muestra cómo la grandeza y
la decadencia pueden coexistir en una misma persona, y cómo el arte puede ser
tanto un refugio como una prisión. Jolie, con su interpretación llena de
matices, nos recuerda que incluso las figuras más icónicas son, al final, seres
humanos frágiles y vulnerables.
La película no busca respuestas fáciles ni consuelos
sentimentales. En cambio, nos invita a contemplar la belleza y el dolor de una
vida dedicada al arte, y a reflexionar sobre cómo el legado de una persona
puede trascender su propia mortalidad. Callas puede haber perdido su voz, pero
su presencia sigue resonando, no sólo en la ópera, sino en el cine y en la
cultura popular. “Maria” es un recordatorio de que, incluso en el ocaso, hay
una grandeza que nunca se apaga del todo. Y tal vez, en eso, radica la
verdadera inmortalidad.
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