Reseña | "Sinkholes" de Karen Russo

SINKHOLES



SINOPSIS

Sinkholes, de Karen Russo, es un cortometraje en 16 mm que fusiona documental y ficción en las desoladas costas del Mar Muerto. En un futuro donde la contaminación ha roto el ciclo hidrológico, dejando sólo sequía y dunas de sal, Lawrence narra su lucha por sobrevivir en un mundo donde el agua es un tesoro disputado con violencia. Inspirado en J.G. Ballard y Robert Smithson, el filme distorsiona el tiempo, reflejando un colapso ecológico que siente aterradoramente cercano.


RESEÑA

Sinkholes, el cortometraje de Karen Russo, premiado con el Lawrence Kasdan Award en el 63º Ann Arbor Film Festival, abre con un susurro que resuena como un lamento: una cita del Libro de Jonás que evoca un sol abrasador y un deseo de rendirse ante la desolación. Filmado en 16 mm en las costas desiertas del Mar Muerto, este poema visual tejido con sal y ruinas es una meditación inquietante sobre un mundo estrangulado por la sequía, donde el agua es un espejismo y la humanidad se disuelve en dunas blancas. Más que un cortometraje, es un espejo roto que refleja nuestro presente a través de un futuro al borde del colapso.

La voz de Lawrence, el narrador errante, nos guía por un paisaje de entropía: dunas de sal que se extienden por millas, restos oxidados de unidades de destilación, una costa que retrocede tras una membrana de polímeros tóxicos que sofoca el ciclo hidrológico. “No hay nubes, no hay lluvia, sólo sal y desiertos resecos”, murmura, mientras describe su lucha por preservar un charco salino donde flotan algas, su único sustento. Sus palabras, cargadas de agotamiento, pintan un mundo donde el robo de agua es el delito supremo, donde la supervivencia depende de incursiones furtivas al amanecer y de la protección de un tanque precario contra las arenas invasoras. La presencia de una superviviente endurecida pero aún humana, y la visión de un león escapado entre las dunas, son destellos de vida en un lienzo de esterilidad, recordatorios de lo que se aferra a existir en medio del caos.

El genio de Sinkholes radica en su fusión documental-ficticia, un sello de Russo que alabo por su capacidad de desdibujar lo real y lo imaginado. Las imágenes del Mar Muerto —playas abandonadas, formaciones salinas que parecen de otro mundo, palmeras marchitas— se entrelazan con la narrativa poética de Lawrence, creando una temporalidad fracturada que nos hace dudar: ¿es este un futuro distante o un presente que ya nos respira en la nuca? Inspirada en las distopías de J.G. Ballard y en las ideas de Robert Smithson sobre la entropía —con ecos de su Spiral Jetty y las “ruinas al revés”—, Russo transforma un paisaje real en una visión profética. La textura granulada del 16 mm amplifica la decadencia, mientras la cámara recorre con lentitud ruinas industriales y dunas que “chupan todo salvo el núcleo más duro de nosotros mismos”, como dice Lawrence. Este enfoque híbrido no solo es un logro estético, sino un puente hacia la reflexión: el cine, en manos de Russo, se convierte en un artefacto que captura el pulso de un mundo al borde del abismo.

El tono de advertencia de Sinkholes es su latido más poderoso, un murmullo que resuena como un eco en el desierto. No hay sermones aquí, sólo una elegía visual que nos confronta con el costo del colonialismo ecológico: océanos envenenados por desechos, tierras esterilizadas por máquinas de desalinización que convierten la vida en sal. La lucha de Lawrence por preservar su charco, su huida hacia un río lejano guiado por un león y el recuerdo de un hogar saqueado, reflejan una humanidad que se aferra a fragmentos de esperanza, aunque sepa que el desierto siempre gana. La narración, con frases como “la playa es una zona sin tiempo, esperando a que nos disolvamos como cristales secados por el sol”, destila el peso de esta advertencia: el colapso no es sólo ambiental, sino existencial, una erosión del yo en un mundo que se desmorona.


En su cierre, Sinkholes nos deja con una verdad inexorable: las dunas no esperan, avanzan como un susurro letal, devorando no sólo la tierra, sino el alma misma de lo que fuimos. Russo no ofrece salvación, sólo un espejo implacable que nos obliga a mirarnos en el rostro de la ruina, urgiéndonos a actuar antes de que el último charco se evapore y el silencio del desierto nos engulla para siempre. Es un recordatorio visceral de que, en el eco de la sal, nuestro futuro ya cruje bajo el peso de la inacción.

En Karen Russo, hallamos una filósofa del lente, una voz profética que, como el Jonás que inaugura su obra, no busca redimir, sino advertir. Su visión, tejida con la sal de un mundo que se desvanece, trasciende el arte para convertirse en un acto de presciencia: nos muestra el abismo no como destino, sino como reflejo de lo que ya somos.



REPARTO

Narrator: Matthew Murdoch


EQUIPO

Director: Karen Russo

Producer: Charlotte Ginsborg

Line Producers: Itay Morag, Stav Meron

Director of Photography: Tim Sidell

Editor: Alice Powell

Music: Binya Reches, Delia Derbyshire

Sound Designer: Binya Reches


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