Reseña | "Susana" de Gerardo Coello Escalante y Amandine Thomas

SUSANA


SINOPSIS

Una mujer estadounidense de mediana edad se encuentra sola en la Ciudad de México. Al conocer a un grupo de jóvenes turistas estadounidenses, aprovecha la oportunidad para vivir una pequeña aventura.


RESEÑA

Susana, el segundo cortometraje del dúo creativo conformado por mi paisano Gerardo Coello Escalante y Amandine Thomas, es una obra que destila sensibilidad y crítica al explorar la gentrificación en la Ciudad de México a través de los ojos de Susan, una turista estadounidense cuya inocencia y búsqueda personal chocan con las complejidades de un México en transformación. Desde mi perspectiva mexicana, el filme no sólo refleja el dolor de ver nuestra ciudad reconfigurada por el privilegio extranjero, sino que también plantea una pregunta profunda: ¿qué significa convertirse en “Susana” para ser verdaderamente bienvenida en un país que abre sus brazos a los visitantes, pero exige respeto y reciprocidad para nutrir su rica cultura?



El cortometraje sigue a Susan (Bonnie Hellman, en una actuación tierna y matizada) mientras se sumerge en la vibrante CDMX: los bailes prehispánicos en el Zócalo, las limpias espirituales, la Casa Azul, el Jardín Centenario con sus coyotes, las artesanías de Coyoacán, el Museo Mural Diego Rivera y la comida callejera que captura el alma mexicana. Su inocencia es palpable; sus ojos se iluminan con una curiosidad casi infantil ante cada experiencia. Se pone un penacho, se hace una limpia, compra artesanías y toma fotos con entusiasmo, como si intentara absorber la esencia de México con cada gesto. Sin embargo, esta inocencia, aunque encantadora, a menudo la ciega ante el impacto de su presencia. Su interacción con un niño vendedor de chapulines, a quien ofrece un cochecito con una mezcla de condescendencia y buena intención, revela su desconexión: el niño, con humor y dignidad, rechaza el regalo diciendo “no estoy para chistecitos”, un momento que, aunque cómico, subraya la brecha entre su percepción y la realidad local.

La transformación de Susan en “Susana” es el corazón metafórico del filme. México, con su calidez y hospitalidad, siempre ha sido un país que abraza a los visitantes, pero esta apertura viene con una expectativa tácita: que los foráneos se acerquen con respeto, que se sumerjan en nuestra cultura no como consumidores, sino como aprendices dispuestos a nutrirla. Susan, en su soledad y deseo de conexión, comienza este viaje con pasos torpes. Su entusiasmo inicial es superficial, marcado por una mirada turística que idealiza México como un lienzo para su autorrealización. Cuando se encuentra con un grupo de jóvenes turistas estadounidenses, su necesidad de encajar la lleva a ignorar las dinámicas de poder implícitas en sus interacciones: hablan en inglés como si la ciudad les perteneciera, exigen servicios y descartan a una niña vendedora de flores con un “¿por qué la dejaron entrar?”. Susan, ansiosa por ser aceptada, se une a ellos, pero su incomodidad es evidente, especialmente cuando la invitan a un paseo en Xochimilco y luego la abandonan, dejándola sola frente a las trajineras.



Es en este momento de abandono donde Susan comienza a transformarse en “Susana”. Al escuchar una versión en inglés de Cielito Lindo, una canción que para los mexicanos es un símbolo de alegría y resistencia, Susan se conmueve y decide subir a una trajinera llamada, precisamente, “Susana”. Este acto, aunque impulsado por su privilegio económico (paga en dólares, desplazando a una familia mexicana que celebraba un cumpleaños), marca un punto de inflexión. No es una transformación completa, pero sí un paso hacia una conexión más auténtica con México. Para convertirse en “Susana”, debe dejar atrás la mirada turística y aprender a habitar la ciudad con humildad, reconociendo que su presencia tiene un impacto. México la acoge, pero le pide a cambio que no imponga su cultura, sino que contribuya a la nuestra, que escuche, que aprenda, que respete.

Desde nuestra perspectiva mexicana, Susana es un recordatorio agridulce de la hospitalidad que define a nuestra cultura, pero también de los límites que debemos establecer; un recordatorio visceral de lo que está en juego en la CDMX: la gentrificación no es sólo una cuestión de alquileres altos o cafés de diseño; es una erosión de nuestra identidad cultural. La gentrificación, representada en las miradas de hartazgo de los locales —el bailarín prehispánico, los bármanes, el músico, los niños vendedores, incluso Coello Escalante en un cameo como fotógrafo— es una herida abierta. La escena en Xochimilco, donde la familia mexicana es desplazada, es particularmente dolorosa: encapsula cómo el privilegio extranjero, incluso el de una Susan inocente, puede desplazar nuestras historias y tradiciones. Sin embargo, el filme no condena a Susan; en cambio, la muestra como una figura humana, vulnerable, atrapada en su propia búsqueda de sentido. Su inocencia, aunque problemática, es también su puerta de entrada a México. Para ser “Susana”, debe aprender a ver más allá de las postales, a escuchar las voces de quienes hacen posible la magia de la CDMX.



Técnicamente, Susana es un logro vibrante. La cinematografía de Andrea Gavazzi captura la ciudad con una paleta luminosa y melancólica, desde los tonos azules y rojos del Museo Frida Kahlo hasta el caos colorido de Xochimilco. La edición equilibra momentos de comedia ligera con pausas introspectivas, como cuando Susan, sola en su hotel, enfrenta el buzón de voz de su hija con una sonrisa resignada. La actuación de Hellman es el alma del filme: su Susan es frágil, curiosa y, a veces, dolorosamente inconsciente, pero siempre profundamente humana. El estilo autoral de los directores se siente en cada detalle, desde los diálogos improvisados que aportan autenticidad hasta la banda sonora que mezcla el bullicio de la ciudad con silencios que invitan a la reflexión.

Susana es una meditación sobre el privilegio, la soledad y la responsabilidad de ser un visitante en un país que da tanto. Para nosotros, como mexicanos, es un llamado a proteger nuestra identidad en una ciudad que se transforma bajo el peso de la globalización. Susan puede convertirse en “Susana”, pero sólo si aprende a caminar con respeto, a contribuir a la riqueza cultural de México en lugar de apropiarse de ella. Susana nos deja con una mezcla de melancolía y esperanza: melancolía por lo que perdemos, pero esperanza en nuestra capacidad de seguir contando nuestras historias, de exigir respeto y de construir un México que no sólo acoge, sino que también es escuchado. Es un recordatorio de que nuestra cultura no es un producto para consumir, sino un legado vivo que debemos nutrir juntos, locales y visitantes, con respeto mutuo; la esperanza de un México que sigue siendo generoso, pero que merece ser amado con la misma profundidad con la que ama.




REPARTO

Bonnie Hellman Brown

Christine Spang

Parth Shah

Keenan MacWilliam

Andrea Raggio

Richard Laite

Pablo Torres

Emilio Gutiérrez Noriega

Ezekiel Antonio Díaz

Patricia Elizabeth Figueroa

Grupo Yankuic Tonatiuh Toltecayotzin de Danza Azteca


EQUIPO

Director, Writer, Producer, Editor: Amandine Thomas

Director, Writer, Producer: Gerardo Coello Escalante

Producers: Mariana Tames, Fernanda Preciado y Hannah Swayze

Director of Photography: Andrea Gavazzi

Production Designer: Andrea Acevedo

Sound Designer: César González

EP: Ana Cardona

EP: Constanza Perez

EP: Nikola Duravcevic

EP: Etienne Talbot

Casting by: Amandine Thomas, Gerardo Coello Escalante, Luis Ángel Vázquez

Titles Designer: Colin Marchon

Color: Mary Perrino

2nd Unit DP & VFX Supervisor: Erick Alcaraz

1st AC: Nico Wachter

Locations Manager: Iván Santos

Locations Fixer: Tonatiuh Gazmey

1st AD: Pablo Ladrón

SFX Make Up: Daniel Robles Lizano

Gaffer: Emmanuel “Monstruo” Martínez

Sound Recordist: Sergio Cerecedo

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