Reseña | "Passarinho" de Natalia García Agraz
PASSARINHO
SINOPSIS
Olivia y Laura, dos adolescentes de 13 años, tienen un plan para obtener el autógrafo de Passarinho, un ídolo de fútbol brasileño, pero antes de poner en acción el plan, Olivia tiene su primera menstruación.
RESEÑA
La inocencia, más que una forma de ignorancia, es un estado natural de los niños que los convierte en seres casi mágicos: no hay prejuicios, no piensan mal, aman con fuerza y sinceridad, pero también creen lo que ven, lo que les cuentan, y eso puede hacerlos felices, o no; puede confundirlos, o hacerlos sentir profundamente amados. Todo depende de nosotros, los adultos; depende de nuestra guía, de decidir estar para nuestros niños, remediando nuestros propios problemas, nuestros traumas y evitando que se hereden en ellos.
En el umbral de esa inocencia, donde la adolescencia se asoma como un horizonte incierto, muchas mujeres enfrentan solas un rito inevitable: la primera menstruación, un despertar corporal que irrumpe sin anuncio, cargado de confusión y silencio. No debería ser así, un aislamiento impuesto por tabúes culturales que relegan lo femenino a lo privado; en cambio, podría transformarse en un espacio compartido entre mujeres, un acto de apoyo mutuo que disipe el miedo y fortalezca lazos, convirtiendo la vulnerabilidad en solidaridad. Natalia García Agraz, en su cortometraje Passarinho, captura esta esencia con una precisión admirable, disfrazando una comedia ligera de enredos en una exploración profunda de los umbrales que marcan el paso del tiempo. En apenas doce minutos, el filme desentraña no solo el caos de un viaje al estadio, sino las capas invisibles de crecimiento, identidad y conexión humana, recordándonos que lo cómico a menudo enmascara lo trascendente, y que incluso en el bullicio de un partido de fútbol, el cuerpo impone su propia narrativa.
La trama se teje con la simplicidad de lo cotidiano, elevándolo a lo simbólico: Olivia y Laura, dos niñas al filo de la adolescencia, viajan en el asiento trasero de un auto, inmersas en un mundo de fantasías futboleras que las aísla del estrés adulto. Su álbum de estampas se convierte en un mapa de deseos juveniles, donde jugadores como Peralta, Cardiel, Pulido o Corrales son juzgados con la franqueza implacable de la infancia: uno es "feo" pero con ojos bonitos, otro cae mal por su equipo, otro brilla solo en la cancha. Passarinho, el ídolo brasileño, emerge como el epicentro de su adoración, rodeado de corazoncitos y etiquetas que simbolizan no solo un crush efímero, sino una proyección de anhelos más profundos: la búsqueda de héroes en un mundo que empieza a mostrar sus grietas.
Al volante, Carmen, la madre de Olivia, encarna el contrapunto: una mujer atrapada en las redes del divorcio, cuyo estrés se manifiesta en arrebatos contra el GPS y el tráfico, revelando las tensiones subyacentes de la vida adulta. Sus comentarios murmurados sobre abogados y cambios de custodia irrumpen como intrusos en el espacio infantil, forzando a Olivia a confrontar fragmentos de un mundo que no le corresponde. El choque inicial —un accidente literal que detiene el viaje— sirve como metáfora extendida: la colisión entre la inocencia y la complejidad adulta, donde el pasado familiar se estrella contra el presente. Aquí, la comedia surge de la ironía inherente a la condición humana, no de gags forzados, sino de la absurdidad de intentar mantener el control en un universo impredecible. Las implicaciones se extienden a niveles sociológicos: en una sociedad como la mexicana, donde las madres solteras navegan precariedades económicas y emocionales, Carmen representa una resiliencia cotidiana, un recordatorio de cómo el patriarcado distribuye cargas desiguales, obligando a las mujeres a equilibrar roles sin red de seguridad. García Agraz no idealiza esta figura; en cambio, la presenta con honestidad cruda, permitiendo que su evolución revele los potenciales puentes entre generaciones.
El rol de ser madre, en Passarinho, trasciende el mero cuidado logístico para convertirse en un ejercicio de empatía profunda y acompañamiento activo, donde entender a una hija implica descifrar no solo sus palabras, sino los silencios que esconden sus miedos y descubrimientos. Carmen, inicialmente desconectada, evoluciona hacia una comprensión instintiva que la impulsa a acciones extremas, como irrumpir en el campo para capturar un autógrafo que simboliza más que un gesto: es un puente hacia el mundo interior de su hija. Esta transformación subraya que la maternidad no es instintiva e infalible, sino un aprendizaje constante, marcado por errores como los arrebatos de estrés que exponen vulnerabilidades adultas a ojos infantiles; sin embargo, es en el acompañamiento —en escuchar los mitos absurdos sobre cólicos que ciegan, en compartir anécdotas propias de desangramiento temido en la escuela— donde se forja la verdadera conexión. García Agraz implica que, en un contexto cultural donde las mujeres a menudo cargan solas con sus transiciones, las madres tienen el poder de romper ciclos de aislamiento, ofreciendo no solo orientación práctica, sino presencia emocional que valida el caos de crecer, transformando el rol de protectora en el de aliada, y recordándonos que entender a una hija es, en última instancia, redescubrirse a una misma en sus ojos.
El estadio Corregidora en Querétaro se transforma en el núcleo del relato, un espacio público donde lo personal irrumpe con fuerza. Las niñas, en un montaje inspirado en thrillers de espías —con pantallas divididas, falsificaciones de pases y consejos tácticos—, planean infiltrarse para obtener el autógrafo de Passarinho. Esta secuencia, hilarante en su ingenuidad, contrasta bruscamente con el giro central: la menstruación de Olivia, que mancha no solo su ropa, sino el plan mismo. El pánico en el baño —el miedo a mancharse, los cólicos, las anécdotas exageradas sobre compañeras desmayadas en charcos de sangre— captura la esencia de un momento inevitablemente esencial. García Agraz lo aborda con un humor inteligente que desarma el estigma: no como drama solemne, sino como interrupción cómica que obliga a la adaptación. Las implicaciones son multifacéticas: biológicamente, resalta la imprevisibilidad del cuerpo femenino; culturalmente, critica el silencio que rodea la menstruación en entornos conservadores, donde monjas o figuras de autoridad ofrecen toallas sin palabra alguna; y socialmente, aboga por la solidaridad femenina, encarnada en Laura, quien pasa papel higiénico y hasta presta su chamarra sin dudar. Este acto simple implica una visión transformadora: si la primera menstruación se comparte, se convierte en rito colectivo, reduciendo el aislamiento que perpetúa desigualdades de género en mi México y más allá, donde el acceso a educación sanitaria sigue siendo desigual.
La amistad entre Olivia y Laura actúa como hilo conductor, un vínculo de apoyo incondicional que contrasta con la relación maternal, inicialmente tensa, pero en camino a la reconciliación. Carmen, inicialmente ajena al fútbol —pidiendo una cerveza medio fastidiada, revisando recuerdos en redes sociales—, se integra gradualmente al caos: su invasión al campo, gritando "¡Passarinho!" antes de ser tacleada, es un gesto de redención cómico pero profundo, un intento torpe pero honesto por conectar con su hija. El cierre, en un auto remolcado donde madre e hija se abrazan mientras discuten olores sudorosos y mitos sobre cólicos, sella esta evolución con sutileza. García Agraz maneja el ritmo con maestría: el montaje fusiona lo figurado con momentos íntimos literales, el sonido de la multitud ahoga confesiones, y las actuaciones —de Camila Robertson como Olivia, Naomy Romo como Carmen e Isabella Patrón como Laura— infunden autenticidad, haciendo que los personajes se sientan como ecos de vidas reales. Los retos de producción, como filmar en un estadio vivo sin control total, añaden una capa de verosimilitud, reflejando el desorden temático en la forma.
Más allá de su duración, Passarinho expande su alcance como un eco: es un microcosmos de la experiencia de nuestro país, con toques bien mexicanos en las gradas —la efusiva mujer compartiendo tragos con frases como "chúpale, hasta el fondo"— pero también una alegoría universal sobre el cambio. Explora implicaciones personales, como la identidad forjada en la pubertad y la adolescencia; familiares, donde el divorcio deja huellas que se curan con empatía; culturales, con el fútbol como espejo de pasiones colectivas; y globales, cuestionando cómo normalizar temas femeninos en un mundo patriarcal. La comedia no diluye; amplifica, sugiriendo que el humor es una herramienta para desmontar tabúes, transformando lo solemne en accesible. En un panorama cinematográfico donde los cortos a menudo priorizan el impacto rápido, García Agraz demuestra que la brevedad puede albergar vastedad, invitándonos a reconsiderar no solo el fútbol o la menstruación, sino cómo navegamos el desorden de la existencia, apoyándonos en las redes invisibles que nos sostienen. Passarinho para mí es un ¡GOOOOL!; es una reflexión que persiste, recordándonos que, en la cancha de la vida, los momentos inesperados también definen el juego. Me da orgullo saber que mi México tiene gente tan talentosa como García Agraz.
REPARTO
Camila Robertson, Naomy Romo, Isabella Patrón Nava, Mawuena Kokou Anthony, Verónica Elisa Martínez Mayor, José Luis García Agraz, Leonardo Salas
EQUIPO
Dirección de Natalia García Agraz
Producción - Daniela Mosca Steinhauer
Guion de Natalia García Agraz, Gerardo Lechuga
Dirección de Fotografía - José Grimaldo
Música Original - Tomás García Agraz, Sebastián Antón Ojeda
Gerente de Producción - Diego Orozco
Asistente de Dirección - Yolie Dueñas
2nd de Dirección - Alberto Gauna
2nd de Dirección Adicional - Ana Moreno
Asistentes de Producción - Romina Díaz, Omar Mora, Vittorio Camacho
Primer Asistente de Cámara - Rubén P. Montes, Rodrigo García
Segundo Asistente de Cámara - Rubén Galván, Melody Rosse Rivas
Cámara Adicional - Ángel Jara Taboada
Operador Adicional de Cámara - Rubén Galván
Asistente Adicional de Cámara - Sebastián Santamaría
Sonido Directo - Christian Giraud, Uriel Valdés
Microfonista - Christian Giraud
Microfonistas Adicionales - Andrea Ferreiro, Guillermo Mena
Script - Cosme Emiliano Álvarez
Video Assist - Irving Serrano
Gerente de Locaciones - Andrea Juárez
Dirección de Arte - Perla Castañón
Asistentes de Arte - Blanca Pozos, Daniel Piñón
Vestuario - Vanessa Salas
Maquillaje - Carlos Huerta, Dam Alvear, Un Duende
Edición - Natalia García Agraz
Edición Adicional - Fernanda Tovar
Productora de Audio - Paulina Villavicencio
Diseño Sonoro - Christian Giraud
Coordinación Diseño Sonoro - Edgar de los Santos
Corrección de Color - Lisa Tillinger
VFX - Rubén Galván
Animador 3D - Rodrigo Beltrán





 
 
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