Reseña | "Sunday Night (Domenica Sera)" de Matteo Tortone
SUNDAY NIGHT
DOMENICA SERA
SINOPSIS
Domingo por la noche. Alex es un ultra; su equipo acaba de perder un partido y él vuelve a casa con la mente en blanco. Vive con su abuela ante la ausencia de sus padres y vende tabletas de Rivotril para ganar algo de dinero. Es una noche que no termina de arrancar. Alex baja al sótano del edificio, a un trastero donde hay varios chicos. Hay una batalla de rap en marcha. Nemy es una chica de rimas pulidas que se mueve con seguridad y fluidez. Se fija en Alex y busca su complicidad. Juntos atraviesan la noche en un coche robado. Dos soledades que se reconocen. Sus cuerpos se rozan en lo que parece ser el comienzo de una historia de amor.
RESEÑA
En Turín, en una de esas noches en que el frío parece quedarse suspendido entre los edificios y el silencio de los parques, Domenica Sera, el cortometraje de Matteo Tortone, abre una ventana breve pero incisiva a una vida que arde por dentro. A un lado se asoman las luces del estadio de la Juventus, al otro la construcción silenciosa de la prisión, y entre esos dos polos, dos universos que se vigilan mutuamente, camina Alex, un chico que carga más rabia de la que puede procesar y menos mundo del que desearía conocer. El resultado es un eco difícil de sacudirse: la sensación de haber presenciado un fragmento de vida tan cotidiano como brutal.
La historia arranca con Alex saliendo del estadio después de ver perder a su equipo. No es solo la derrota lo que lo deja vacío; es la rutina emocional de quien canaliza toda pertenencia en un ritual que hoy no le da nada. Camina enfadado, con la cabeza cubierta y los puños apretados en los bolsillos, como si ese gesto fuera lo único que evita que algo dentro de él explote. Él vive en un piso estrecho y bullicioso, un lugar donde nadie parece tener verdaderamente espacio. El padre está encerrado en el pabellón número 3 de la prisión. Como forma de ingreso y quizá de control, nuestro protagonista vende pastillas de clonazepam, un ansiolítico que circula en los márgenes como falsa salvación. En el camino de regreso se cruza con un hombre desesperado por conseguir dosis, y lo que empieza como un intercambio tenso termina en insultos, empujones y una amenaza que Alex repite como si fuese su única frase aprendida: “Si te veo aquí de nuevo, te mato”. Es un retrato minúsculo pero poderosísimo de su mundo, donde la violencia es más idioma que recurso.
Cuando entra en casa, el caos parece respirar por todas las esquinas. Hay fotos de un bebé pegadas en la pared; Alex besa su dedo y lo posa en una de ellas con un gesto que rompe, por un segundo, toda su dureza. Dentro hay gente que entra y sale, una mujer con un bebé llamado Lucio, un hombre mayor que se queja porque el joven usó el coche sin permiso, niños que corretean y una que le enseña un dibujo sin ojos. “¿Por qué no tiene ojos?”, pregunta él. “Ah… los tiene cerrados”. La metáfora cae sola: aquí todos viven con los ojos entrecerrados, no para dormir, sino para no ver en su totalidad lo que duele. La discusión con la abuela sobre recetas médicas y las amenazas repetidas al hombre mayor completan un retrato de un hogar que no es hogar, sino un pasillo donde la gente se detiene un instante antes de volver a caer.
Más tarde, Alex baja al sótano, a un refugio improvisado donde un grupo de chicos organiza una batalla de rap. Es uno de los momentos más vivos del corto. Rico Mendossa (rapero real, autor de la música del filme) improvisa versos sobre matar el ego, hacer silencio para resolver conflictos, dejar en paz la vida de calle. Sus letras son reflexivas, ásperas y luminosas al mismo tiempo. Después entra Nemy, una chica que se mueve con soltura y rima con una mezcla de humor negro, vulnerabilidad y agudeza. Sus versos hablan de querer sueños en vez de dinero, de verlos con los ojos cerrados, de hacerle el amor a monstruos para sacarlos de la cama, de secar lágrimas con un secador de pelo. Tiene presencia, tiene voz, tiene algo que nuestro protagonista reconoce sin entender: una manera de habitar el dolor sin esconderlo. Alex la mira fijamente, fumando, fascinado.
Esa noche salen juntos en un coche. Conversan, ríen, derrapan como si el asfalto pudiera reemplazar por un instante todo lo que les falta. Comparten música, bailan un poco, y por primera vez vemos a Alex no escapar de sí mismo sino dejarse estar. El trayecto los lleva hasta las inmediaciones de la prisión. Él saca fuegos artificiales de su mochila y los prende mirando hacia las celdas. Desde dentro, algunos golpes y silbidos parecen responder. Ese gesto es un diálogo imposible: una forma de hablar con un padre al que no puede acceder, una conversación hecha solo de luces y ruido, llena de cosas que no se pueden decir con palabras. Nemy escucha, se abre un poco, menciona una visita que hizo a alguien ahí dentro. Por unos minutos, el sentimiento de aislamiento se suspende.
Pero la noche tiene una cara peligrosa. En el coche, mientras se besan, Alex intenta ir más lejos. Ella dice no. Él insiste. Ella vuelve a decir no, esta vez con fuerza. El forcejeo es torpe, impulsivo, característico de la inmadurez que atraviesa toda la vida del joven. Nemy grita, lo golpea, exige que pare. Él la retiene unos segundos, hasta que ella logra escaparse y salir del coche. Alex se marcha en reversa, como si huir fuera lo único que sabe hacer. Nemy se queda ahí, bajo una lluvia fina, con los auriculares puestos y la respiración desacompasada. Camina sola, y el silencio se hace tan denso que parece otro personaje más. El corto termina con la cámara observando la prisión iluminada, como recordándonos que toda esta historia ocurre dentro de un círculo cerrado del que es difícil salir.
Los personajes de Tortone son reflejos de heridas profundas: El joven protagonista, sobre todo, es un retrato muy humano. Su rabia es como un torbellino que intenta llenar un vacío que no sabe nombrar. Es un chico que no tiene espacio propio, ni físico, ni emocional, y que vive una existencia que siente prestada. Corre, pelea, fuma, vende, amenaza… porque detenerse le aterra. Ese horror vacui, ese miedo a quedarse solo con sus pensamientos, lo lleva a moverse sin tregua. La identidad que busca no la construye: la actúa, como si llevar ciertos anillos, cierta ropa, cierta postura, fuera a darle el personaje “correcto” de una vida normal. Pero siempre le queda grande y pequeña al mismo tiempo. Es amenazante pero infantil, duro pero melancólico. Y sabe, aunque no pueda decirlo, que esa distancia entre lo que quiere ser y lo que realmente es lo desgarra por dentro.
Nemy funciona como contrapunto. Es joven, sí, pero se planta con una madurez que él no alcanza. Su rap es lugar de libertad, espacio seguro. Y lo más importante: su “no” es un límite claro, firme. El corto no sensacionaliza ese momento; lo usa para subrayar cuán frágil es el consentimiento en contextos atravesados por desigualdad y violencia aprendida. Nemy no es una víctima pasiva: es una chica que sabe cuidarse, que reconoce el peligro incluso si viene disfrazado de calidez momentánea. Su soledad es distinta a la de él: la suya es más consciente, menos rabiosa, más cansada.
Los temas del corto se entretejen como raíces de un mismo árbol. La soledad es la principal. No la soledad estética, sino la real: la que nace de prisiones que separan familias, de hogares inestables, de economías ilegales que se vuelven rutina. El consentimiento y el machismo emergen sin sermones, como heridas que se abren solas. El rap aparece como escape, identidad y resistencia, especialmente en un contexto donde los jóvenes están abandonando la escuela, viviendo con trabajos precarios, moviéndose entre la calle y la nada.
Visualmente, el filme tiene una melancolía casi táctil: la fotografía de Patrick Tresch envuelve a Turín en una especie de "gris" respirable: la cámara sigue al joven protagonista por pasillos oscuros, por calles donde ladran perros, por zonas industriales donde la noche no termina de empezar. El ritmo es lento, contemplativo; Tortone no intenta impresionar, intenta comprender. Y se siente.
En conjunto, Domenica Sera habla de una Italia que existe en los contornos: jóvenes que se mueven entre estadios y prisiones, entre rap underground y violencias heredadas, entre anhelos fugaces y noches que no despegan. Es un retrato generacional silencioso, duro, pero profundamente humano. Y cuando termina, lo que queda es esa imagen de Nemy caminando sola bajo la lluvia, y Alex alejándose hacia el vacío que siempre lo persigue. Son personajes que quizá nunca volveremos a ver, pero que se quedan dentro de nosotros como un latido silencioso.
REPARTO
Tommaso Gaglianone, Noemi Giuseppina Muoio, Lina Fucà, Antonietta Lipuma, Agata Tortone, Arturo Carroli, Clotilde Carroli, Lucio Leon Zbogar, Giulia Cuozzo, Rico Mendossa, Irene Santonocito, Aurora Annibaletti, Alice Gullo, Verena Cuis, Pietro Trovato, Riccardo Edmondo Muoio, Luisa Gaeta, Luigi Dario, Eliseo Dario, Luca Mondino, Samuele Meante, Federico Gobbo, Diego Tonini, Francesco Guido Portulano, Tobia Gaglianone, Nora Beaabid, Gaia Maria Zaia, Romeo Zicca, Alessio Mosca
EQUIPO
Directed by Matteo Tortone
Written by Matteo Tortone, Zelia Zbogar
Produced by Alessandro Carroli
Production Companies EIE Film, Malfé Film. ImagoVFX
With the Support of Film Commission Torino Piemonte - Short Film Fund
1st AD - Francesco Eramo
Cinematography by Patrick Tresch
Art Director - Giulia Capirone
Editor - Enrico Giovannone
Production Sound Mixer & Sound Design - Mirko Guerra
Camera Assistant - Davide Pasian
Gaffer - Camillo Beltrametti
Production Management - Alessandro Carroli, Cristina Vecchio
Production for EiE Film - Zelia Zbogar, Greta Nordio
Production Assistants - Alberto Giorgis, Davide Valentini, Anna Milza
Still Photographer - Carlo Cagnasso
Surround Mix - Alberto Gallo, Digital Lake Studio S.R.L. Verbania
Post-Production Facility - Imago VFX
Post Executive Producer - Fabrizio Nastasi
Colorist - Michele Ricossa
Technical Equipment - Ouvert
Original Music - Nemy, Buttyso6ad, Rich the Artist, Rico Mendossa, Yunes LaGrintaa

.png)


Comentarios
Publicar un comentario