Reseña | "Voices from the Abyss (Las Voces del Despeñadero)" de Víctor Rejón e Irving Serrano

VOICES FROM THE ABYSS

LAS VOCES DEL DESPEÑADERO



SINOPSIS

Los clavadistas de La Quebrada, en Acapulco, se ganan la vida lanzándose desde más de 30 metros de altura al mar desde un peligroso acantilado como parte de un conocido espectáculo. En el documental, exploramos la naturaleza de sus clavados a través de imágenes a cámara lenta, testimonios personales y un poema original recitado por los propios clavadistas.


RESEÑA

Yo no soy un experto en documentales, pero al ver trabajos como Las Voces del Despeñadero, quisiera serlo. Aunque mi rama favorita de cortometraje es la ficción, reconozco una y mil veces que los documentales tienen una fuerza que jamás podrá tener la ficción: nos muestran lo que está ahí, abren una grieta entre la pantalla y nuestros ojos para mostrarnos algo esencial que nunca habíamos visto con tanta claridad. Este cortometraje documental pertenece a los pocos que no se conforman con relatar una tradición: Las Voces del Despeñadero la honra, interpreta y, sobre todo, escucha.

En tan solo 23 minutos, que se sienten mucho más amplios gracias a la densidad emocional que contienen, Irving Serrano y Víctor Rejón construyen una experiencia que habla del cuerpo y del espíritu, del vértigo y de la fe, del riesgo que es cotidiano y del destino que es casi hereditario. Ver esta obra siendo mexicano no es una experiencia neutral: es un reencuentro profundo, casi íntimo, con algo que reconocemos de inmediato en nuestras fibras culturales. Hablo por mí, pero también creo que para la mayoría de los mexicanos cuando digo que La Quebrada no es un simple atractivo turístico: es un símbolo, un mito que se mencionaba ya en casa antes de que supiéramos ubicar Acapulco en el mapa. Un eco que se escuchaba en voces de abuelos, de tíos, en películas, en postales, en las narraciones de quienes visitaban el puerto en su época dorada. La Quebrada forma parte de la memoria visual de México incluso para quienes jamás hemos pisado ese acantilado.



El documental entiende perfectamente esa dimensión simbólica. No se limita a mostrar saltos: explora el universo mental, emocional y espiritual que los hace posibles. Nos recuerda que, detrás de cada caída que parece ligera, hay una historia larga de aprendizaje, de golpes, de miedo, de rituales y de disciplina. Y sobre todo, hay una idea que se hereda: “aquí naciste, aquí creciste, aquí saltas”. Serrano y Rejón no manipulan esa herencia; no la disfrazan de heroísmo vacío ni la explotan con morbo. La tratan con una solemnidad humilde. Con un respeto que sólo se entiende cuando se mira desde dentro.

El documental abre con un poema de Bernardo Fuentes. No un texto decorativo ni un recurso fácil, sino una pieza pulsante que funciona como una confesión colectiva: lo recitan los mismos clavadistas, y esa decisión cambia por completo la forma en que recibimos la obra. La voz de un hombre que se juega la vida todos los días entrega versos que hablan del cuerpo, de la piedra, del aire, del instante en que la voluntad vence al instinto de supervivencia. “El cuerpo contra el viento. El azote en aspaviento…” No es poesía distante: es el mapa emocional de los clavadistas expresado con una contundencia que brota del propio oficio. Y escucharla en sus voces, no en la de un actor, no en una narración pulida, transforma la entrada en un ritual. Desde ese momento, sabemos que el documental no pretende hablar sobre ellos, sino desde ellos.

Una de las mayores virtudes de Las Voces del Despeñadero es que deja a los clavadistas ser ellos mismos. No corrige su forma de hablar, no suaviza sus anécdotas, no los conduce hacia un discurso uniforme. Cada uno habla desde su historia, desde su formación, desde su cultura. Escuchamos a quienes crecieron viendo saltar a sus padres, a quienes se escapaban de la escuela para observar a los adultos desafiar al mar, a quienes empezaron casi por accidente, a quienes encontraron en La Quebrada un propósito en medio de vidas duras, a aquellos que cargan con el cuerpo marcado por cicatrices que cuentan más que mil palabras.



El filme no sólo documenta: honra. Y en esa honra, revela algo hermoso: cada clavadista es un pequeño universo ideológico propio. Hay quienes creen en Dios. Hay quienes se encomiendan a la Virgen. Algunos le rezan a la Santa Muerte. Otros no le piden nada a nadie. Unos lo ven como deporte. Otros como destino. Algunos como escape. Otros como responsabilidad. Esa pluralidad es México mismo. Y este documental la abraza con una autenticidad que me emocionó en mi fibra más profunda.

Algo que el filme explora con una honestidad admirable es el desgaste físico: los tímpanos perforados, las fracturas, las columnas lesionadas, las cicatrices abiertas y cerradas, los accidentes que casi costaron la vida. Los golpes que no se olvidan porque se sienten cada mañana. Pero incluso en ese dolor, hay un orgullo profundo, una claridad que no se tambalea: este oficio, este salto, esta tradición, es parte de quienes son, de quienes somos los mexicanos. Y al mostrarlo sin victimismos ni exageraciones, el filme logra algo muy difícil: retrata el riesgo sin convertirlo en espectáculo. Lo vuelve humano.

Si hay una parte del documental que podría considerarse una obra dentro de la obra, es la secuencia donde los saltos toman un ritmo casi onírico: los cuerpos parecen suspendidos, flotando entre el cielo y el mar. La cámara alenta su caída de forma que deja ver la coreografía íntima del vértigo. No son atletas ni acróbatas ni sombras anónimas: son figuras que descienden envueltas en un aura sagrado. El clavadista está solo frente a la naturaleza, solo frente al destino, solo frente a su propia voluntad. Y la cámara captura esa soledad con una belleza que cala hondo. La edición, la fotografía, la textura del blanco y negro, la respiración contenida, la música que parece imitar el oleaje: todo conspira para crear un momento que estremece. Es cine puro, y no exagero ni un poquito.

Quizá los momentos más tiernos y luminosos del documental aparecen cuando se habla de los niños. De los pequeños que se cuelan entre las piedras para ver a sus padres, hermanos o primos armarse de valor. De los que ya escalan sin miedo. De los que juegan imitando saltos imposibles. De quienes serán, probablemente, los próximos en continuar la tradición.

Son semillas derramadas en el océano”.

Esa frase resume una verdad: La Quebrada es también un legado emocional. Una escuela sin salones, pero con vértigo. Un hogar que se hereda de generación en generación, no por obligación, sino por identificación.



La obra destaca no solo por lo que cuenta, sino por cómo lo cuenta. Las miradas de Serrano (¡qué honor apellidarnos igual!) y Rejón son respetuosas, inteligentes y empáticas. No penetran en la intimidad del acantilado como intrusos, sino como observadores sensibles que entienden que la tradición es más grande que cualquier cámara.

La construcción sonora, los silencios, la imagen que alterna fuerza y sutileza, la estructura que fluye como un oleaje emocional, el ritmo que no se apresura ni se recrea de más: todo está medido con una sensibilidad cinematográfica admirable. Hay rigor, poesía, verdad y, sobre todo, una mirada que entiende México desde dentro.

Las Voces del Despeñadero no es sólo un documental bien hecho: es un acto de amor hacia una tradición que forma parte de nuestro imaginario nacional; es una demostración de que el cine mexicano, cuando se acerca a su propia esencia con respeto y sensibilidad, es capaz de producir piezas poderosas, necesarias y memorables. Me enorgullece profundísimamente que este documental sea mexicano, que surja de una mirada que conoce la tierra que pisa y la mar que retrata, que celebre a los clavadistas no como curiosidades, sino como seres humanos llenos de historia, miedo, coraje, fe y contradicciones.

Pocos documentales pueden presumir de combinar ética, emoción, belleza y compromiso ético con tanta fuerza. Pocos documentales saben hacerle honor a gente chingona. Este es uno.


REPARTO

Asociación Nacional de Clavadistas de La Quebrada - Juan Pablo "Makanaki", Lilia "Bolita", Hector "Philli", Gustavo Gatica, Ociel "Gallito", Kenai "Kenini", Dorian, Giovanni, Ricardo "Patán", Amadeo "Zanate", Germán "Garra", Genaro "Hieloco", Mónico "El Monkey", Abraham "El Mamer", Alejandro "Perrito", AB Diaz, Dovan "Dony Bebé", Tadeo "Pinocho", Brandon "Karki", Ernesto "Machaca", Sofia "Sofi BB", Angel David "Pichi", Juan "Narigonzo", Juan José "Chuntaro", Javier "Shoker", Manuel "El Mugres", Bryan "Church", Alexis "Quija", Eligio "Cuadro", Andrea, Fatima


EQUIPO

Escrito y Dirigido por Víctor Rejón e Irving Serrano

Producido por Ramón Llaven

Dirección de Fotografía - Eliott R. Reguera Vega

Poema "Las Voces del Despeñadero" - Bernardo Fuentes

Producción Ejecutiva - Dyann Ibargüen

Edición - Irving Serrano

Diseño Sonoro - César González, Juan Antonio Pacheco

Sonido Directo - Francisco Gómez Guevara

Con el apoyo de - Paulina Villavicencio, Disruptiva Films, Demian Moralitzin Pantalla Films

Gerente de Producción - Eduardo Navarrete Pajarito

Asistentes de Producción - Luis Manuel Hernández "Panda", Juan Pablo Reyes

Coordinador de Cámaras - Carlos Martínez Torres

Operadores de Cámara - Lorenzo Zuazua, Ximena Guzmán, Francisco Herrera

Dron - Eduardo Macal

Fotografía Submarina - Pepe Castañón

Asistentes de Cámara - Carlos Martínez Torres, Andrés Herrera, Dafne Herrera

Asistente de Cámara Submarina - Balam Toscano

Encargado de EFD - Edson Mancilla

Foto Fija y BTS - Ariana Pérez Martínez

Data Manager - Ramon Llaven

Camera Ember Patrocinada por Freefly Ember Camera

Gestión Freefly Ember - Henry Wurtz

EFD - Genaro de la Cruz

Marketing EFD - Karla Ramos

Programación de Equipo - Rodrigo Urrenda

Transporte - Alex Ross, David Serrano

Post-Productor - Irving Serrano

Corrección de Color - Miguel Escudero

Conform y Online - Irving Serrano

Supervisión Musical - Ramon Llaven

DCP - Ulises Jiménez

Postproducción de Sonido - Disruptiva Films

Directora General - Paulina Villavicencio

Mezcla 5.1 - César González, Juan Antonio Pacheco

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