Reseña | "A Friend of Dorothy" de Lee Knight

A FRIEND OF DOROTHY


SINOPSIS

La viuda solitaria Dorothy ve alterada su rutina por JJ, de 17 años, cuando su balón de fútbol aterriza en su jardín. Una improbable amistad surge a pesar de sus diferencias.


RESEÑA

Nacemos antes de tener palabras, antes incluso de tener conciencia de nosotros mismos, y aun así el mundo ya nos está nombrando. Antes del primer recuerdo, ya existen expectativas: cómo debemos vernos, a quién debemos amar, qué gestos son aceptables, qué deseos serán celebrados y cuáles, tolerados en silencio o castigados. Es un guion que se escribe sin nuestro consentimiento, presentado como naturaleza, como destino, como "lo normal". Para las personas queer, ese guion no sólo es restrictivo: es una herida temprana. Crecer bajo estándares que no nos contienen implica aprender, desde muy jóvenes, que hay partes de nosotros que incomodan a otros. Que la autenticidad tiene costo. Que amar puede convertirse en un acto de resistencia. No es la identidad queer la que duele; duele el choque constante entre lo que somos y lo que se espera que seamos. Duele entender que, para encajar, a veces hay que amputarse simbólicamente.

El cortometraje A Friend of Dorothy, ópera prima como director y guionista del actor Lee Knight, emerge como un respiro calmado de intimidad y profundidad emocional. Este cortometraje de apenas veintiún minutos no sólo es una joya de sensibilidad queer, sino una meditación profunda sobre la herencia cultural, la visibilidad en la vejez y el poder transformador de ser verdaderamente visto por otro ser humano. Knight ha creado algo que se siente profundamente personal, casi confesional: él mismo lo ha dicho en entrevistas; la historia nace de su amistad real con una vecina mayor, Shirley, que encontró en él y en su marido un eco de la pasión por el teatro que había quedado dormida tras la muerte de su esposo. Pero Knight transforma eso en ficción con una delicadeza que inspira. No hay grandes gestos, no hay dramas explosivos; sólo dos personas que se encuentran por casualidad y terminan cambiando la vida del otro para siempre.



La premisa es muy simple: un balón de fútbol perdido en el jardín de Dorothy (Miriam Margolyes, en una interpretación de clase magistral) lleva al joven JJ (Alistair Nwachukwu) a su puerta. Lo que comienza como un favor evoluciona en una amistad profunda, recíproca y liberadora. Dorothy, una viuda culta y sola, con una casa repleta de obras teatrales y pinturas homoeróticas que revelan su afinidad histórica con la comunidad queer, encuentra en JJ un eco de su propia pasión por las artes escénicas. Él, un adolescente negro en el clóset, presionado por expectativas de masculinidad tóxica, descubre en ella un refugio donde puede explorar su identidad sin juicio alguno.

El título, por supuesto, no es casual: "Un amigo de Dorothy" es un código histórico de la era pre-Stonewall para identificar a hombres gay, aludiendo a Dorothy Gale de The Wizard of Oz y la adorada Judy Garland, ícono queer por excelencia. Knight lo usa con maestría irónica y poética: Dorothy no sólo es literalmente una "amiga de Dorothy", sino que encarna esa figura protectora y aliada que muchas personas queer hemos buscado en mujeres mayores, seguras, sabias y desinhibidas.

El cortometraje ahonda en capas profundas sin caer en la exposición didáctica. La biblioteca de Dorothy, con títulos como Bent de Martin Sherman (obra sobre la persecución gay en la Alemania nazi) o The Inheritance de Matthew López (que explora la transmisión generacional de la experiencia queer post-SIDA), funciona como un portal simbólico: JJ toca esos libros con temor reverencial, como si temiera ser descubierto, pero Dorothy lo normaliza con naturalidad. "One should never apologise for an interest in literature", le dice, y en esa frase se condensa la liberación.



JJ es un chico negro, presionado por expectativas de masculinidad: fútbol, ser "hombre" como su hermano, ocultar esa parte de sí que ama el teatro, que se emociona leyendo un monólogo de amor entre hombres. En una escena breve pero devastadora, cruza miradas con otro chico en una tienda y sonríen en silencio, cómplices. Esos segundos dicen todo lo que él no puede decir en voz alta en su casa. Y luego llega a la de Dorothy, y ahí puede respirar. Ella lo ve, de verdad. Él le abre latas de ciruelas; ella, le presta libros, lo anima a leer en voz alta, llora con su interpretación sincera. Hay un montaje de días felices: recitando obras, bailando torpemente, tomando vino, él tapándola cuando se duerme, dándole sus pastillas. Y el balón sigue ahí, olvidado en la wisteria, porque JJ ya no necesita esa fachada de masculinidad deportiva; ha encontrado algo más auténtico.

El contraste de JJ con el nieto de Dorothy es brutal. Él representa todo lo que no entiende: la codicia familiar, la sospecha hacia lo diferente, la idea de que un chico joven solo podría acercarse a una anciana por interés. En la lectura del testamento, su alivio obsceno al recibir dinero mientras JJ hereda los libros (la verdadera riqueza) es un golpe maestro. Dorothy elige transmitir lo que realmente importa: la cultura, el amor por el arte, la aceptación incondicional.

Lo que más me conmueve, y por eso este cortometraje me ha llegado tan profundo, es cómo resuena con mi propia vida. Yo siempre me he sentido "un amigo de Dorothy", no necesariamente gay, sino queer en un sentido amplio: asexual, pero profundamente conectado con esa sensibilidad artística que la sociedad a menudo etiqueta como "afeminada" o "rara". Para mí, el arte lo es todo. Primero soy artista (el cine, el dibujo, la lectura, las artes escénicas) y después persona. Escribir reseñas es mi forma de procesar el mundo, porque el cine siempre ha sido mi centro, mi refugio y mi razón de ser. Ver a JJ descubrir que no está solo, que hay una historia entera de personas como él en esos libros, me removió internamente. Yo también crecí con presiones para ser "más masculino": juega fútbol, sé rudo, no llores con las películas. Pero mi Dorothy fue mi madre: esa mujer que, sin ser parte de la comunidad queer, siempre me protegió, me animó a dibujar, a ver películas "raras", a ser yo sin disculpas. Ella me vio cuando el mundo no quería.

Este corto no es cursi; es tierno pero con una ternura valiente. Nunca obliga a la emoción, la deja brotar orgánica, como las lágrimas de Dorothy cuando JJ lee, o cuando ella confiesa su soledad profunda, tomada de la mano de él. Margolyes está sublime: vulnerable, divertida, rota y entera a la vez. Nwachukwu transmite una fragilidad que te hace querer abrazarlo. Y Knight dirige con una elegancia que ya quisieran muchos veteranos: planos que respiran, montaje que fluye como recuerdo, una casa que se siente vivida, habitada...



Para JJ, los estándares no sólo dictaban su comportamiento, también moldeaban la mirada con la que se veía a sí mismo. Cuando el mundo insiste en que tu existencia es una excepción, una desviación o un problema a corregir, la identidad deja de ser un refugio y se vuelve una tortura. Y, sin embargo, la identidad queer persiste, sigue creciendo, amando y creando belleza desde las gritas, como una afirmación radical de vida. Amar, nombrarse, habitar el propio cuerpo y el propio deseo se vuelve una forma de reclamar lo que nunca debió ser arrebatado: la libertad de ser sin pedir permiso.

A Friend of Dorothy no es sólo un cortometraje hermoso; es un recordatorio de que las conexiones improbables (ya sean intergeneracionales, interraciales, interidentitarias) pueden salvar vidas. En su final, con la herencia real pasando a JJ, Knight cierra un círculo perfecto: la transmisión de la cultura queer, de la empatía, de la visibilidad. El corto nos recuerda que ser visto, realmente visto, es el mayor regalo. Que el arte se transmite de mano en mano, de corazón en corazón. Me ha dejado con ganas de hablar más con mi mamá, de releer mis libros favoritos, de abrirle la puerta a alguien inesperado. Es precioso, sí. Hermoso. Grandioso.


REPARTO

Stephen Fry, Oscar Lloyd, Alistair Nwachukwu, Miriam Margolyes, David Ijiti, Haochu Wei, Charlie Clemmow, Lee Knight


EQUIPO

Written and Directed by Lee Knight

Produced by James Dean, Scottie Fotré, Max Marlow

A Filthy Gorgeous Production

In Collaboration with A Marlow's Production, Double Dice Films, Namesake Films

Executive Producers - Lee Knight, Stephen Daldry, Sonia Friedman, Harry Burnett Rae, Gordon Cameron, Charles Gordon, Nicky Hale, Elliott Linger, Soumia Majumdar, Nichola Martin, Ingrid Tarrant

Associate Producers - Camille Addo, Stefan Poelman, Haochu Wei, Richard Woodham

Director of Photography - Vanessa Whyte BSC

Production Designer - Amanda Bernstein

Costume Designer - Francisco Rodríguez-Weil

Hair & Makeup Designer - Nicola Sacks

Casting Directors - Tom Payne, Lucy Allen

Editor - Phil Hookway

Supervising Sound Designer - Lee Herrick

Music Composed by Stuart Hancock

1st Assistant Director - Stephen Gallacher

Script Supervisor - Shawn S.X. Zou

Production Sound Recordist - Josh Robinson-Ward

Location Manager - Edward Marshall

Production Manager - Camilla Sanders

Art Director - Noa Goda

Standby - Jamie Egner

Standby Assistant - Natasha Wigoder

Dressing Props - Tom O'Gorman, Laurence Beaumont

Assistant Costume Designer - Nicholas Sen

Hair & Makeup Artists - Nadia Becker, Abigail Ignacio

3rd Assistant Director - Alfred Barwick

1st Assistant Camera - Ravi Kang

2nd Assistant Camera - Domingo Simón Silva

Camera Trainee - Adi Detemo

Production Trainees - Caitlin Burke, Jonah Clark, Matt Goddard, Joseph Lindsey, Adam Seabrook

Cast PA - Charlotte Hale

Grip - Phill Heale

Grip Assistant - David Graham-Wood

Steadicam Operator - Andrew Bainbridge

Gaffer - Marina Lewin-Richter

Spark / Genny Op - Akeel Fleary

Sparks - Mykola Bulavskyi, David Heppell, Belle Palmano, Tanya Ringer, Elsie Schuller, Ana Tutala

Digital Imaging Technician - Josh Hughes

Edit Assistant - Will Fletcher

Boom Operator - Hugo Lagnado

Stills Photographer - Serena Brown

BTS Videographer - Matthew Hendry