Reseña | "The Quinta's Ghost (El Fantasma de la Quinta)" de James A. Castillo
THE QUINTA'S GHOST
EL FANTASMA DE LA QUINTA
SINOPSIS
En 1819, un exhausto Francisco de Goya se retira a "La Quinta del Sordo" para pasar sus últimos días alejado de la vida pública y concentrado en su obra. Desafortunadamente, en la profunda soledad de esa modesta casa de campo, el pintor enferma gravemente. Más cerca de la muerte que nunca, Francisco de Goya recibe la visita de los fantasmas de su pasado. Atormentado por estas visitas y con su salud deteriorándose rápidamente, Goya pinta las Pinturas Negras en las paredes de su casa como último recurso para expulsar a los fantasmas de su vida, perdiendo casi todo en el proceso, incluida la cordura y casi toda la vida.
RESEÑA
Para empezar siquiera a hablar de "El Fantasma de la Quinta", creo necesario hacer una no tan pequeña introducción sobre el trabajo de un artista que ha marcado mi vida en distintos y variados momentos. Se lo debo a este cortometraje. Se lo debo a Goya.
Hay algo profundamente inquietante en las Pinturas Negras de Francisco de Goya, algo que va más allá de su brutalidad visual y que las convierte en una de las experiencias más perturbadoras del arte occidental. No son sólo imágenes de horror, sino el hecho mismo de su existencia: fueron creadas sin lector previsto, sin público imaginado, sin deseo alguno de ser compartidas.
Entre 1820 y 1823, un Goya septuagenario, sordo, viudo, enfermo y desencantado cubrió sus paredes con estas visiones nocturnas. No las pintó sobre lienzos transportables, sino directamente sobre el yeso, en óleo seco, como quien tatúa su propia piel sabiendo que nadie más la verá. No hay registros de que hablara de ellas, ni las firmó, ni las tituló. Quedaron ocultas durante décadas tras su partida al exilio en Burdeos, y solo fueron descubiertas y arrancadas de las paredes medio siglo después, ya deterioradas, para ser trasladadas al Prado. Goya murió convencido, probablemente, de que nadie las contemplaría jamás.
Ese carácter herméticamente privado las hace terroríficas en un sentido profundo. No son denuncia pública como Los desastres de la guerra, ni sátira social como Los caprichos. No buscan conmover, educar ni agradar. Son un lenguaje sin destinatario, un desahogo sin función social, un espejo que Goya levantó solo para sí mismo en la penumbra de su soledad. Revelan lo que él no podía o no quería decir en voz alta: los demonios que lo atormentaban por dentro: tal vez el miedo a la locura, la vejez devoradora, la absurdidad de la violencia humana, la melancolía de una España cainita, el peso de una vida marcada por enfermedades, pérdidas y desengaños políticos.
Y aquí radica su paradoja poética: al pintar sin intención de transmitir, Goya transmite lo más íntimo y universal. El acto de pintar, para él en esos años finales, no era comunicación, sino salvación personal. Un corazón que, en silencio, le cuenta a otro corazón (el suyo propio, o quizá el de la casa que lo acogía, y gracias a esto último AMÉ el cortometraje) dónde halló refugio en medio del caos. "El acto de pintar consiste en que un corazón le diga a otro dónde encontró la salvación", podría decirse, usando sus propias palabras: un susurro desesperado en la noche, un exorcismo privado que, al no buscar testigos, se convierte en el testimonio más crudo de la condición humana.
La historia arranca en 1819. Francisco de Goya, a sus 74 años, viudo reciente, harto del ruido de la corte y de la España convulsa, se refugia en una finca modesta a las afueras de Madrid: la Quinta del Sordo. Al principio, todo es calma. Pinta paisajes luminosos bajo el sol, arregla el corral, lee cartas antiguas. La casa lo observa con ternura, como quien acoge a un huésped distinguido que la hace sentirse importante, casi palacio. Pero la paz es frágil. Una enfermedad crónica lo derriba, y con ella llegan los visitantes no invitados: fantasmas que no entran por la puerta, sino que brotan de él mismo, como una pus de la memoria.
Aquí está la jugada maestra de Castillo y su coguionista Julio A. Serrano (qué honor que compartamos el mismo apellido): invertir el cliché de la casa encantada. No es un hombre inocente que llega a un lugar maldito; es un hombre maldito que contamina el lugar con su tormento. La Quinta se convierte en narradora, con la voz profunda, cálida y dolida de Maribel Verdú (una elección acertadísima que me hace tenerle lástima a los que no hablan español para regocijarse con la poesía de su narración). Ella es la casa, testigo único, piel tatuada por los pinceles furiosos de su inquilino y, para ella, él es un viejo solo, sordo, vulnerable, que vaga como un espectro por sus pasillos. Esta perspectiva nos despoja del mito y nos deja con el hombre: frágil, roto, humano...
Visualmente, es una maravilla que duele mirar. El equipo crea un mundo que respira Goya por los poros. No es imitación: es diálogo. Los trazos gruesos, las paletas oscuras, las composiciones asimétricas, la luz temblorosa de velas... todo evoca las Pinturas Negras sin copiarlas. Los fantasmas tienen una textura etérea pero palpable, como si pudieran tocarte. Y cuando Goya empieza a cubrir las paredes con sus demonios, sientes el acto como violencia y catarsis al mismo tiempo.
Hay una secuencia que me persigue: la del toro sangrante. No es sólo un animal; es España misma, cainita, autodestructiva, herida de muerte. Goya lo abraza, lo compadece, y en ese abrazo se condensa toda su relación ambivalente con su patria: amor y horror, crítica feroz y ternura infinita. Castillo, en entrevistas, habla de cómo los fantasmas representan no solo pérdidas personales, sino los traumas colectivos: guerras, Inquisición, monarquía absurda. Goya fue activista con su pincel, denunciante de abusos, y aquí paga el precio de haber visto demasiado.
Lo que más me conmueve es la tesis central: todo acto de creación tiene un precio. Qué poderoso concepto. Goya pinta para exorcizar, para sobrevivir. Cree que nadie verá esas obras, así que no hay vanidad: es puro instinto de preservación. Pierde la cordura, la paz, casi la vida. Pero deja un legado que nos interpela dos siglos después. La casa lo entiende al final: "Todos tus fantasmas se quedan aquí, conmigo. Todos... excepto uno". Ese uno es la sombra irreparable, la que nos hace quienes somos, la que impulsa el arte verdadero.
Castillo cuenta que la idea nació de su propio duelo: cómo en la pérdida nos convertimos en fantasmas de nosotros mismos, vagando mecánicos por nuestros espacios. Y elige la animación porque permite coexistir lo real y lo imaginario sin ruptura. Usa técnicas híbridas para que el resultado sea pictórico, táctil. El sonido y la música son opresivos, hipnóticos, como un latido que se acelera.
Me hizo pensar en cuánto cuesta crear algo auténtico. En cómo el arte nace muchas veces del pozo más oscuro. Me inspiró: recordé por qué admiro a los que se atreven a pintar sus demonios en vez de esconderlos. Y me generó una empatía inmensa por Goya, ese hombre contradictorio que pintaba reyes y mendigos, belleza y horror, con la misma honestidad brutal.
Este corto se siente como un hito de una vez en la vida, y espero no exagerar al decirlo. No es animación infantil ni comercial: es adulta, poética, terrorífica. Un relato gótico que podría haber firmado Bécquer o Valle-Inclán por la poesía tan deliciosa con la que es narrado, pero con la furia visual de Las Pinturas Negras de Goya.
Por eso, cuando hoy nos paramos frente a ellas en el Museo del Prado, sentimos una intrusión: estamos viendo lo que nunca fue hecho para ser visto. Y ese voyerismo involuntario amplifica el horror. No es sólo la imagen de Saturno masticando carne lo que estremece; es saber que esa imagen nació como un secreto inconfesable, un grito que Goya lanzó contra sus propias paredes para no volverse loco del todo. Las Pinturas Negras no nos invitan: nos acechan, porque su terror no radica sólo en lo representado, sino en la revelación accidental de un alma que creyó poder enterrar sus sombras para siempre.
Para mí, es uno de los cortos animados más bellos y profundos que he visto en toda mi vida. Imprescindible.
REPARTO
Maribel Verdú, Luis Fernando Ríos, Irene Muro
EQUIPO
Directed by James A. Castillo
Written by Julio A. Serrano & James A. Castillo
Produced by Raúl Rocha & James A. Castillo
Illusorium Films / Martirio Films
Creative Directors - Carlos Sastre, Daniel López, José Manuel Pequeño
Animation Director - Mario de Dios
Music by Carlos R. Rodríguez
Cello - Lucía Pérez
Audio Post Studio - The Lobby
Sound Design - Fede Pájaro
Supervising Sound Editor - José Luis Canalejo
Head of Production - Julián Larrauri
Line Producer - Lorena Jodra
Production Manager - Lucía Martínez, Marta Camón
Production Supervisor - Sara Gamazo, Inés Ferragud
Production Coordinators - Alba Sayós, Miriam García, Paolo Furini
Production Assistant - María Lara
Associate Producer - Álvaro García
Edited by Emily Killick
Story Department - Carlos Linares, Chloe Nicolay, Maxime Delalande, Daniel Castillo, Juanpe Arroyo
Art Department - James A. Castillo, Pakoto Martínez, Estefanía Pantoja, Jaime Posadas, Alfonso Salazar, Kellan Jett
VR Artist - Joaquín Martínez
Graphic Designer - Mol
Previs/Layout Supervisor - Mario de Dios
Animation Supervisor - Mario de Dios
Animation Lead - Irene Cintado
Character CFX Leads - David Fernández, María José Aznar
FX Supervisor - Santiago Jiménez
FX Artist - Adriana Céspedes
2D FX Supervisor - Nuño Benito
2D FX - Alberto León, Aleix Arazo
Editors - Carlos G. Cardoso, Marcos González, Yaiza González, David Santiago
Technical Director Supervisor - José Ma. Tejeda
Asset Supervisor - Carlos Sastre
Character Modeling Lead - Traian C. Boitan
Character Modeling Senior - Paloma Alperi
Character Artist Technical Director - Pedro J. Martínez
Grooming Artists - Beatriz Orellana, María Tucho, Pedro J. Martínez
Environment Supervisor - Ander Gutiérrez
Environment Modelling Lead - David Escribano
Textures Lead - Valeria Herrera
Shading Lead - Beatriz Orellana
Rigging Consultant - Tamara Meirás
Rigging Lead - David Coronado
Lighting Supervisor - José Manuel Pequeño
Principal Lighting Lead - Javier Soler
Lighting Lead - Alberto Rivas
Head of Compositing - Daniel López
Compositing Supervisor - Alfonso Domingo
Compositing Lead - Carol Cánovas, Alejandro Pérez
Colorist - Nadia Khairat
Laboratory - Cinelab Romania
DFD Operator - Viorel Popescu
Print Film Developing - Viorel Stoica
Production Coordinator - Madalina Sancu
Sales & Lab Manager - Cornelia Popa
IT Supervisor - Daniel Órtiz
IT Lead - Carlos G. Marín




