Reseña | "Walud (ولود)" de Daood Alabdulaa y Louise Zenker

WALUD

ولود



SINOPSIS

2014. Amuna y su marido Aziz, un combatiente de ISIS, viven como pastores en el desierto rural sirio. Cuando Aziz toma como segunda esposa a una joven europea convertida a ISIS, la vida cotidiana de Amuna se vuelve un caos.


RESEÑA

Walud, codirigido por Daood Alabdulaa y Louise Zenker, es un cortometraje que penetra en las sombras de la opresión femenina en el desierto sirio de 2014, bajo el dominio de ISIS, revelando no sólo la brutalidad externa sino las tormentas internas que devoran el alma humana. Ambientado en un paisaje árido donde las detonaciones distantes hacen eco como un pulso ominoso, el film invita a una introspección profunda sobre la fragilidad de la dignidad en un mundo donde las mujeres son reducidas a extensiones de la voluntad masculina. Amuna, una pastora de 44 años, encarna esta lucha silenciosa: su mirada acusadora hacia Aziz, su esposo combatiente de ISIS, mientras corta carne reservada para ocasiones especiales, no es mero reproche, sino una interrogación existencial sobre el valor de una vida definida por la fertilidad y la sumisión.



Su factura técnica, marcada por la precariedad de una producción estudiantil —rodada en Túnez con recursos limitados, improvisaciones forzadas por contratiempos logísticos y un equipo que desafió aduanas y presupuestos exiguos— infunde al film una vulnerabilidad palpable, como si las imágenes mismas temblaran bajo el peso de la realidad que retratan. La cinematografía, a cargo de Henri Nunn, opta por un estilo austero y casi documental: tomas amplias del paisaje árido que engullen a los personajes, evocando la inmensidad opresiva del desierto como una metáfora de la insignificancia individual ante sistemas tiránicos. No hay adornos hollywoodenses; en cambio, la cámara se mueve con una fragilidad orgánica para transmitir la inestabilidad emocional de Amuna —sus gestos sutiles, como limpiar sangre menstrual en la tierra o arrancar la bandera de ISIS, se capturan con una intimidad cruda que hace que el espectador sienta el polvo y el silencio roto por detonaciones distantes. El diseño de sonido, minimalista y evocador, amplifica esta inmersión: los ecos lejanos de disparos no son mero fondo, sino un pulso constante que recuerda la guerra invisible, entrelazándose con el silencio tenso de las cenas familiares para subrayar la violencia latente en lo cotidiano. Esta fragilidad técnica no es error, sino un reflejo filosófico: en un mundo donde la opresión se edifica sobre estructuras rígidas, Walud se atreve a ser vulnerable, como las mujeres que retrata, que se quiebran, pero no se rinden.

Pero más allá de su forma, el cortometraje, inspirado en la vida de la hermana de Alabdulaa, el director sirio que huyó en 2014 tras haber protestado durante la guerra civil, invita a una introspección filosófica profunda sobre el porqué de tal horror en nuestro mundo: ¿por qué persiste esta subyugación, y por qué recae tan desproporcionadamente sobre la mujer? En el corazón de esta pregunta yace el enigma del poder humano, esa fuerza primordial que, desde los albores de la civilización, ha buscado dominar lo impredecible —la vida misma— mediante el control del cuerpo femenino. Reducidas a mercancías reproductivas en un régimen donde “walud” —ولود, un adjetivo árabe que evoca la capacidad de generar vida, a menudo ligada exclusivamente a la procreación de hijos varones— simboliza no la creación libre, sino la obligación de parir herederos, Amuna y Alina encarnan una verdad ancestral: la mujer, como portadora de vida, ha sido históricamente el campo de batalla de patriarcados que temen su autonomía. ¿Por qué la mujer? Porque en su capacidad generativa reside un poder que amenaza la ilusión de control masculino; sociedades conservadoras, amplificadas por extremismos como ISIS, la encadenan con dogmas religiosos no por devoción divina, sino por miedo a la disolución de jerarquías que sostienen el ego colectivo. Esta opresión existe porque el ser humano, en su fragilidad existencial —frente a la muerte, la incertidumbre, el caos— construye fortalezas ilusorias: regímenes que usan la fe como arma para perpetuar ciclos de dominación, donde la poligamia y el abuso no son aberraciones, sino extensiones lógicas de un miedo primordial al otro, al cambio, a la igualdad.



El título entonces se transforma en un espejo irónico de la deshumanización patriarcal. Amuna, confrontando su propia menstruación como un estigma de "fracaso", resiste en gestos sutiles: arrancar la bandera de ISIS, rechazar el burqa y, sobre todo, forjar un lazo con Alina, la joven europea convertida y tomada como segunda esposa. Este vínculo, nacido del dolor compartido —Alina, viuda y atrapada en un sueño roto de familia; Amuna, relegada y golpeada—, trasciende barreras culturales para convertirse en un acto de solidaridad introspectiva. En el abrazo que comparten cerca del final del cortometraje se condensa una reflexión humana: ¿cómo sobrevive el espíritu en la asfixia del control? 

En la realidad, esta dinámica no es reliquia de 2014; persiste en 2025, con ISIS resurgiendo en Siria a través de ataques dispersos y redes que mantienen viva la violencia de género en comunidades fragmentadas, donde miles de mujeres —incluidas reclutas europeas atraídas por falsas promesas de pertenencia— enfrentan esclavitud y deshumanización. Walud, al exponer esta resistencia invisible, nos obliga a cuestionar: ¿somos meros espectadores de este ciclo, o cómplices en un mundo que permite su continuidad? Porque la humanidad, en su búsqueda de significado, a menudo elige la dominación sobre la empatía, perpetuando un sufrimiento que, como el desierto, parece eterno, pero no lo es: la verdadera "walud", la generación de vida, surge de la rebelión colectiva contra estas cadenas. El cortometraje no resuelve el enigma, pero nos deja con una reflexión urgente: en un universo indiferente, la opresión es una elección humana, y su fin, una posibilidad que comienza en el reconocimiento de nuestra compartida fragilidad.



No debemos ver Walud y seguir adelante. Este film no es sólo una historia; es un grito que exige acción. Confrontemos nuestro propio silencio, cuestionemos las estructuras que perpetúan la opresión en nuestro entorno, y actuemos —ya sea alzando la voz, apoyando a las marginadas o desmantelando los prejuicios que normalizan el sufrimiento. La resistencia de Amuna y Alina no es ficción: es un desafío para que nosotros, espectadores, rompamos el ciclo.


REPARTO

Salha Nasraoui

Saleh Bensaleh

Mohamed Graïaa

Vera Fay


EQUIPO

‎‏PRODUCER: Liam Wölfer & Joyce Abou-Zeid

‎‏DIRECTED: Daood Alabdulaa & Louise Zenker

SCRIPT: Daood Alabdulaa & Louise Zenker

‎‏DOP: Henri Nunn

VFX-ARTIST & ARTWORKS: Valentin Dittlmann

‎‏COSTUME DESIGNERS: Takwa Sabkhi

‎‏MAKE-UP ARTIST: Malika Chinn

‎‏PRODUCTION DESIGNER: Mohammed Issa Salah

GRAPHIC ARTIST PRODUCTION DESIGN: Tine Ramsauer

EXECUTIVE PRODUCER TUNISIA: Iheb Abidi

‎‏PRODUCTION ASSISTANT: Anas Mejri

SOUND RECORDIST: Xavier Fleming

‎‏GAFFER: David Moore Lorusso

‎‏LIGHTING TECHNICIAN: Aymen Hamdani

‎‏CAMERA ASSISTANT: Baris Kutlu

‎‏SOUND DESIGNER & MIXER: Andrew Mottl

EDITING: Jonas Riedinger

TRAILER EDITING: Vincent Jost

COLOR GRADING: Nicholas Coleman

COMPOSITION: Arezou Rezaei

MUSICIANS: Sara Hasti, Avin Ahmadi, Jiro Yoshioka

RECORDED AT THE: Vienna City Sound Studio by Mahyar Zarifi

‎‏LINE PRODUCER: Joachim Köglmeier

‎‏DRAMATURGICAL CONSULTANT: Marie Noelle & Julia von Heinz

‎‏PUBLICITY CONSULTANT: Armin Schneider

‎‏PROJECT SUPERVISION: Nicholas Wackerbarth

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