Reseña | "Just Kim (Solo Kim)" de Javier Prieto de Paula y Diego Herrero
JUST KIM
SOLO KIM
SINOPSIS
Rose Kim es un adolescente transgénero. Aunque lo anhela, aún no lo ha exteriorizado y se desenvuelve con su cuerpo nativo de mujer. Quizá porque está solo en un país al que ha migrado ilegalmente. O quizá (¿sobre todo?) por miedo a perder el único vínculo que lo une afectivamente al mundo: Camila, una bebé de pocos meses a la que cuida a diario.
RESEÑA
Todos tenemos una parte de nosotros que casi nunca dejamos ver... no porque sea un secreto que nos apene, sino porque es frágil: es una combinación de deseos, certezas y heridas que apenas logramos entender nosotros mismos. Es una realidad escondida, construida en silencio, lejos de cualquier expectativa... y es también lo que realmente marca quiénes somos. Pero mostrarla implica un riesgo: no ser comprendidos, ser juzgados, perder un lugar que ya de por sí sentimos prestado, no nuestro. Por eso seguimos caminando como si nada, ajustándonos a las etiquetas que nos asignan, mientras dentro todavía permanece la versión más honesta de nosotros, esperando pacientemente a que tengamos el valor de sacarla a la luz. Solo Kim se adentra precisamente en ese territorio oculto, donde la identidad es una lucha íntima y cotidiana: un acto de resistencia que raras veces existe sin amenazas.
Los directores Javier Prieto de Paula y Diego Herrero construyen el mundo de Kim con una sobriedad que nunca se siente fría. Más bien se parece a ese silencio que hacemos cuando alguien nos confiesa algo importante. Kim es un joven trans que busca afirmarse a sí mismo en un país ajeno, cargando no sólo el peso de su identidad en transición, sino también el de la vida migrante, la precariedad económica y la necesidad de pasar desapercibido para sobrevivir. Nada de eso se dice de forma grandilocuente. Se ve en los gestos, en las miradas que evita, en la forma en que sostiene a la bebé que cuida como si fuera su única ancla en un mundo que podría expulsarlo en cualquier momento.
El filme tiene una cualidad profundamente humana: no se esfuerza por “explicar” a Kim, sino por acompañarlo. Lo vemos en el consultorio médico, respondiendo preguntas que parecen simples, pero que, en su caso, abren abismos enteros: "¿Sigues reglando?", "¿te duele algo?", "¿cómo te sientes?"; son preguntas de rutina, sí, pero en él resuenan como el recordatorio de todo lo que está en juego: su identidad, su futuro, su seguridad, incluso su derecho a existir. El filme tiene la delicadeza de mostrar esa transformación no sólo como un proceso físico, sino como un acto emocional. Transformarse no siempre es una celebración; a veces es una batalla diaria contra las miradas ajenas, contra el miedo, contra el propio reflejo.
El corazón emocional del cortometraje está en la relación de Kim con Camila, la bebé que cuida. La forma en que la sostiene, la paciencia con la que le da de comer, las pequeñas canciones… todo eso forma un microcosmos donde Kim puede ser simplemente él mismo, sin etiquetas ni explicaciones. Es un amor que nace de la ternura, no de los roles de género; un amor que se siente tan puro que parece desafiar, sin proponérselo, toda la violencia que el mundo exterior está listo para lanzarle. Y ese contraste es lo que duele: Kim encuentra en esa niña una forma de familia, pero esa familia no le pertenece, y lo que más necesita (ser visto, respetado, reconocido) es precisamente lo que más se le niega.
Anna, la madre de la niña, encarna un tipo muy real de discriminación: la que se disfraza de preocupación. No es una villana. No es cruel. Es peor: es la voz amable de un prejuicio que no quiere llamarse por su nombre. Su decisión de despedir a Kim, envuelta en frases sobre “estabilidad” y “lo mejor para la niña”, revela algo que mucha gente no quiere admitir: que la aceptación tiene límites cuando exige que nos incomodemos un poco. El filme no la sataniza, pero tampoco la justifica. Deja claro que esa postura tan común, tan cotidiana, puede destruir vidas con la misma eficacia que un acto abiertamente violento.
Mientras Kim intenta sostenerse ante todo esto, el cortometraje va desplegando otras capas igual de dolorosas: la migración sin documentos, la dependencia económica, la soledad que se agrava... Lo económico atraviesa todo: las citas médicas, la necesidad de obtener dinero, la imposibilidad de simplemente “pausar” su transición o su vida laboral. El cortometraje no lo explica; lo muestra, y eso lo hace aún más doloroso. Para Kim, la autodeterminación no es un acto de libertad, sino una ecuación donde cada cambio, cada medicamento, cada riesgo, se paga con algo: dinero, estabilidad, afectos, seguridad. ¿Cómo sería su vida si el sistema no estuviera diseñado para castigar a quienes se atreven a ser ellos mismos?
Visualmente, Solo Kim abraza un realismo casi humilde: planos cerrados sobre su rostro mientras escribe o se mira en el espejo; calles que parecen demasiado grandes para alguien que intenta hacerse pequeño; luces apagadas que dejan entrever más de lo que ocultan. Los silencios importan tanto como las palabras. Y la actuación del protagonista es extraordinaria en su sutileza: no se apoya en gestos dramáticos, sino en la vulnerabilidad que asoma en los ojos de alguien que ha aprendido a no esperar demasiado de los demás.
Hacia el final, una escena aparentemente simple (la solicitud de cambiar un nombre en un documento) se vuelve un terremoto emocional, o al menos para mí así fue. Porque ahí está todo: la dignidad, la pérdida, la esperanza, el temor. Es un acto administrativo, sí, pero también es una declaración de existencia. Una forma de reclamar un espacio en la realidad, aunque el mundo haya hecho todo lo posible por borrarlo. Ese es el momento en que Solo Kim nos destruye, pero también nos da esperanza.
Solo Kim no es un cortometraje diseñado para aleccionar. No pretende convencer a nadie de nada. Es, más bien, una invitación a mirar de cerca lo que tantas veces preferimos ignorar: la vida interior de quienes suelen quedar fuera del encuadre. Es un poema filmado donde las preguntas pesan más que las respuestas, y donde la empatía se vuelve una forma de justicia.
Al final, cuando acaba todo, lo que queda es la sensación de haber acompañado a alguien en un tramo fundamental de su vida, aun si ese acompañamiento fue silencioso y lleno de incomodidades. Solo Kim nos recuerda que detrás de cada identidad hay un proceso complejo, valiente y profundamente humano. Y que, a veces, la revolución más grande ocurre cuando una persona, por fin, se nombra a sí misma sin miedo.
ELENCO
̶S̶h̶a̶i̶n̶a̶ Kim Cabral Luis as himself. Nausicaa Bonnín, Mihai Smarandache, Oriol Pla, Anna Alarcón, Andrés Herrera, Sara Diego, Anna Barrachina, Camila Mediavilla, Pol Busquets, Meliza Miramonte, Beatriz Revuelta
EQUIPO
Un cortometraje dirigido por Javier Prieto de Paula y Diego Herrero
Producción ejecutiva - Esther Cabrero y Diego Herrero
Dirección de Fotografía - Pau Esteve Birba
Guion - Javier Prieto de Paula y Carmen Ávalos del Pino
Montaje - Juliana Montañés
Ayudante de dirección - Ona Jané Millà
2a Ayudante de dirección - Ariadna Parera
Coach personal Kim - Aida de Sárraga
Script - Ana Montasell
Dirección de producción - Zaira Gordo
Coordinador de producción - Jose Estella, Ignacio Baxeras, Abraham Sánchez
Auxiliar de producción - Julio Huertas, Eloi Montardit, Maties Stefanescu, David Ortega
Gaffer - Fernando Torcal
Ayudante de cámara - Antonio Gzlez. Albalate, Pablo Martínez
Auxiliar de cámara - Valery Nayden
Grip - Álvaro Bauman
DIT - Sergi Aranda
Eléctricos - Azarael Jesús, Pol Riutort
Sonido directo - David Gascón, Ignasi Puigdollers
Director de Arte - Edu Arbona
Atrezzista - Yanira Martínez
Jefa de vestuario - Lara Iserte
Ayudante de vestuario - Júlia Bas
Jefa de maquillaje - Claudia de Anta
Directora de casting - Irene Roqué
Ayudante de casting - Karmen López-Franco
Estudio de postproducción - Higgins Postproduction S.L.
Coordinador de postproducción - Nacho Codinach
Colorista - Moncho Sánchez-Gómez
Edición y Conformado - Jan Mateu
Vfx - Fernando Blasco, Martí Marco, Einar Ariel
Estudios de sonido (postproducción) - Dolmen Studio, La Fábrica de Carbón
Diseño de sonido y mezclas - César Gil, Eynat Vankov
Artista de foleys - Gisela Maestre
Grabador de foleys - David Arroyo
Edición de diálogos y mezclas - Miguel Àngel Riaza
Ayudante de montaje y trailer - Celeste Barria
Música original - Javier Prieto de Paula
Producción musical - Ale Acosta - Sonando Voy
Asesoría musical - Carlos M. Botella
Diseño Gráfico - Diego Herrero - Cariño Films
Making off - Antonio Vasquéz




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