Reseña | "Largo" de Salvatore Scarpa y Max Burgoyne-Moore
LARGO
SINOPSIS
Musa, un niño refugiado sirio que vive en un hogar de acogida en el Reino Unido, intenta construir un barco y navegar de regreso a casa para encontrar a sus padres.
RESEÑA
Antes de comenzar mi reseña, quiero hacer notar algo que a muchos se nos olvida: el protagonista de este cortometraje, de nombre Musa, sólo es un niño... ¿Y si nos ponemos en sus zapatos por un momento? Ser niño debería ser, en teoría, habitar un mundo donde los miedos tengan explicación y donde los adultos sean tu refugio; él es un niño como cualquier otro, pero está en un lugar donde su nombre, su idioma y su historia son estigmas que otros usan para definirlo, incluso antes de que él pueda definirse a sí mismo.
Ser refugiado significa aprender, demasiado joven, el peso del desarraigo. No se trata sólo de un país que se quedó atrás; es un hogar que se vuelve recuerdo, un olor que se te empieza a olvidar, un acento que se te empieza a deshacer en la lengua para poder sobrevivir. Significa cargar una mochila que no escogiste: una que trae el peso de miedos heredados, silencios inexplicables y una etiqueta que te persigue antes de que puedas comprenderla.
Luego están tus padres. Ellos, que deberían ser tu brújula, tu filtro ante el mundo, la mano que te sostiene, ya no están. Y, como eres un niño, no comprendes del todo la muerte, porque la muerte es un concepto enorme para un corazón tan joven. Sólo sabes que no vuelven, que hay un hueco donde debería haber voz, calor, olor.
Y, para colmo, está el desprecio. Los adultos que te apartan como si tu nacionalidad fuera una enfermedad. Los niños que te acosan porque dices cosas que suenan distintas, porque tus ojos traen un pasado que ellos no han tenido que mirar. Como si no fueras, simplemente, un niño más que sólo quiere pertenecer.
Meditemos eso antes de querer empezar a comprender Largo.
Largo, el cortometraje de Salvatore Scarpa y Max Burgoyne-Moore, pertenece a un tipo muy especial de obras que parten de un gesto sencillo (en este caso, el deseo de Musa de ver a sus padres) para explorar la herida más profunda de nuestro tiempo: la fractura de la pertenencia en un mundo diseñado para decirle a ciertas personas que no hay lugar para ellas.
El cortometraje se mueve entre momentos de ternura y agresión sin subrayarlos, permitiendo que la experiencia de Musa sea una mezcla de microviolencias y pequeños consuelos. En el puerto, mientras Grace lo deja un momento, los hombres lo miran con un desprecio que no necesita palabras, aunque las dicen igual: burlas por ser sirio, risas que pretenden reducirlo a un estereotipo. Más adelante, otros niños repiten la misma crueldad heredada: que sus padres están muertos, que los mataron, que los devoraron los tiburones. Largo entiende que el racismo no es un fenómeno abstracto, sino una pedagogía silenciosa transmitida en cada mirada, cada burla y cada silencio.
Pero también hay momentos de luminosa humanidad. Cuando Grace intenta reparar la herida emocional de Musa tras el incidente del radio, le entrega una carta supuestamente escrita por sus padres. Es un texto profundamente emotivo, donde la frase clave (la metáfora de la tortuga que lleva su hogar con ella) se clava en la mente de Musa como una brújula espiritual. Él llora; Grace, incapaz de sostener la mentira que de algún modo también es un acto de amor, lo mira con un dolor casi físico. Y el filme, con inteligencia, siembra la semilla de una verdad que luego explotará: esa metáfora no viene de Siria, sino de la vida de Grace.
Cuando Musa encuentra un bote descuidado llamado Largo, el cortometraje se inclina hacia un tono de fábula amarga. El niño cree que puede repararlo y usarlo para regresar a casa. Su empeño lo lleva al taller mecánico donde hay un trabajador llamado Hakim (o Harry, como todos lo llaman para no tener que pronunciar su nombre real), y es en ese encuentro donde Largo habla con claridad sobre las identidades borradas: nombres cambiados, esencias diluidas para encajar en un mundo que decide quién es visible y quién no.
Grace, intentando reparar lo irreparable, propone mudarse juntos, redefinir lo que “hogar” significa para ambos. Musa repite la analogía de la tortuga, esta vez devolviéndosela con la inocencia más pura. Grace casi llora; Musa coloca su mano sobre la de ella en un gesto que encierra más sabiduría que cualquier discurso político.
Y entonces la noche: Musa baja, encuentra la foto de Grace y su esposo con la misma dedicatoria que la carta. Su rostro pasa de la sonrisa a la desconcierto absoluto. Esa transición (casi muda, casi mínima) es uno de los momentos más dolorosamente auténticos de todo el corto. Al amanecer, arroja la carta original al mar. Como si renunciara a una fantasía para inventar otra.
Cuando los niños del pueblo lo ayudan a empujar el bote al mar, Largo alcanza su punto de mayor pureza simbólica: la imagen del niño que, aun sabiendo que el mundo lo ha traicionado, decide navegar hacia un hogar que existe sólo en su memoria. Lo que sigue es la sucesión de escenas más poderosa del cortometraje. El bote se tambalea entre vientos violentos; Musa cae al agua y grita “¡Ayuda! ¡Ayuda!”. La cámara sostiene el pánico sin sensacionalismo. Y luego el silencio. Un vacío que parece definitivo.
Musa despierta en una playa cubierta de chalecos salvavidas: un cementerio silencioso de travesías fallidas. A lo lejos, ve a sus padres. La escena es un sueño, un limbo, un espacio entre la vida y la muerte donde por fin puede tocar aquello que ha perseguido desde el primer fotograma. Se abrazan con toda la fuerza contenida de una pesadilla interminable.
Y en un montaje paralelo, en el mundo real, Grace sostiene el cuerpo inconsciente de Musa. Llora, lo acuna, le acaricia el cabello con una desesperación que sólo el amor puede sostener. Incluso el hombre que hasta hace unos momentos cuestionaba la presencia de Musa está ayudando. No hay redención instantánea, pero hay humanidad: esa que emerge únicamente cuando un niño está a punto de morir.
El corte a blanco es brutal. El espectador cree que Musa ha muerto. Pero vuelve. Juega con Grace, come con ella en el muelle. Respirar duele, pero también sana. Las cifras finales aparecen sobre sus cabezas como un recordatorio de que la historia de Musa es una excepción afortunada, no la regla:
El cortometraje acaba, y deja que la realidad termine de hablar.
Largo es una obra que entiende algo esencial: que el viaje de un niño hacia su hogar perdido es también un viaje hacia nuestro propio sentido de responsabilidad. La grandeza (y tragedia) de ser niño es que, a pesar de todo, todavía guardas una chispa de inocencia. Todavía eres capaz de imaginar un futuro donde las palabras "nacionalidad" y "refugidado" no sean un muro, sino parte de una historia llena de dignidad. Todavía puedes soñar con unos brazos que te cuiden, aunque no sean los de tus padres. Y quizá, en ese sueño, esté la prueba más profunda de tu humanidad: que no has dejado de desear amor, incluso cuando el mundo ha insistido en negártelo. Porque, en el fondo, Largo nos recuerda que no hay política pública, frontera o discurso que pueda borrar la verdad más sencilla y profundamente humana: todo niño merece un lugar donde pueda dejar de buscar.
REPARTO
Zack Elsokari, Tamsin Greig, Ammar Haj Ahmad, Kevin McNally, Roy Taylor, Jasmine London-Willis, Jax James, Kit Duke, Houda Echouafni, Waleed Elgadi, Michael Jibson, Matteo Piombino
EQUIPO
Written & Directed by Salvatore Scarpa & Max Burgoyne-Moore
Produced by Rachid Sabitri, Charles Meunier
Executive Producers - Tony Schlesinger, Mustapha Wehbi, Rebecca Harris-Turner, Chris Overton
Associate Producers - Rebecca King Lassman, Michael Watt, Joshua Rosenberg, Margaret Coldiron, John White, Delphino Huang, Maria Cristina Petitti, Mike Simons, Jane Basset
Director of Photography - Rick Joaquim
Production Design - Joana Dias
Edited by Mohamed El Manasterly & Max Burgoyne-Moore
Second Unit Director - Roy Taylor
Music by Stuart Hancock
Casting Director - Nicholas Hockaday
Casting Assistant - Paris Hoxton
1st Assistant Camera - Christian Wood
2nd Assistant Camera - Luke de Borde
Camera Trainee - Amir Hussain Ibrahimi
Gaffer - Adam Trz
Spark - Fin Grover, Jamie Patience
Grip - Scott Rhodes
Grip Trainee - Lana Larrad-Tye
DIT - Paula Romero
Sound Recordist - Graeme Willetts
Boom Operator - Emily Compton
Art Director - Natalie McCormack
Costume Designer - Celestine Healy
Art Trainee - Odunayo Comfort Adeyemi
Hair & Makeup Designer - Megan Norris
Makeup Assistant - Syrenna Taylor
1st Assitant Director - Kathryn O'Reilly
2nd AD & Assistant Producer - Will Slade
2nd AD & Trainee Liaison - Maria Cristina Petitti
Assistant Director Trainee - Alem Amiri
Script Supervisor - Eliza Safjan
Stunt Coordinators - Lenny Woodcock, Roy Taylor
Stunt Double - Stefan Ruiz
Stunt Divers - Charlie Ramsey, Anouska Taylor, Troy Wharton, Rae-Li Taylor
Underwater Camera Operator - Rich Stevenson
Underwater Camera 1st AC - Glenn Coulman
Assistant to Mr Sarpa - Lloyd McDonagh
Assistant to Mr Burgoyne-Moore - Joe Skinner
BTS Photography - Natalie Rajska & LMCD Photography
Sound Design & Mix - Greg Claridge
Voiceover Recording - Alan Mandel
VFX Artist - Neil Rowe
Colourist - Karol Cybulski
Colour Producer - Sarah Banks




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